viernes, 4 de noviembre de 2022

Romance de una gentil dama y un rústico pastor - Anónimo (Siglo XV).


Estase la gentil dama 
paseando en su vergel, 
los pies tenía descalzos
que era maravilla ver. 
Hablábame desde lejos, 
no le quise responder;
respondile con gran saña: 
–¿Qué mandáis, gentil mujer? 
Con una voz amorosa 
comenzó de responder: 
–Ven acá tú, el pastorcico, 
si quieres tomar placer; 
siesta es de mediodía 
y ya es hora de comer; 
si quieres tomar posada 
todo es a tu placer. 
– No era tiempo, señora, 
que me haya de detener, 
que tengo mujer e hijos 
y casa de mantener, 
y mi ganado en la sierra 
que se me iba a perder, 
y aquellos que me lo guardan 
no tenían qué comer. 
–Vete con Dios, pastorcillo, 
no te sabes entender. 
Hermosuras de mi cuerpo 
yo te las hiciera ver: 
delgadita en la cintura, 
blanca soy como el papel, 
la color tengo mezclada, 
como rosa en el rosel; 
las teticas agudicas, 
que el brial quieren hender;
el cuello tengo de garza, 
los ojos de un esparver;  
pues lo que tengo encubierto 
maravilla es de lo ver. 
–Ni aunque más tengáis, señora, 
no me puedo detener. 

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