lunes, 5 de agosto de 2024

Ascensión de Alva de Alberto Girri.


A menudo,
como marfil caliente y obligado,
camino y manoteo en un mar esencialmente pretérito
cuya población son flores gastadas
que yo atrapo.
Entonces (fastidioso entonces),
hay pedazos de vida sin mayor solemnidad,
y arrodillados como barcos náufragos
me visitan suaves parturientas.
Entonces te veo,
te veo, Alva, color de aceituna,
aún eres el hebreo por parte de madre,
existes realmente,
orgulloso de tu rol histriónico: Fedra, Volpone.
Orgulloso,
porque tu madre apenas hablaba español,
y comía bombones de violetas, y a los quince años
pintó una gitana.
Te veo,
quieren perforar esa dejadez constituida
que es muy tuya,
lejana como tu reclinatorio.

En cuanto a mí, tú sabes que soy distinto,
cultivo lo paulatino, lo que no tiene defensa,
acodado en las ciudades y adorando
el pelo salobre de cualquier muro.
Entre puentes de nervios,
trapos, hollín, la porfiada pereza,
y bastante silencio.

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