Hay hombres que se entierran solamente
para pisotearlos; sin embargo,
reviven, se levantan
como si recogieran sus harapos,
secan su lepra al sol; dime, ¿es preciso
vivir para encontrarlos
una vez, otra vez?; dime, ¿es preciso
seguir viviendo, hermano?
No tengo ya que recordarte; a veces
estoy vivo de ti; no es necesario
que vuelvas; no te has ido,
siento la carne tuya en el cansancio
total, que me anochece
el cuerpo que me ha dado
esta muerte reunida con la mía,
y este dolor quemándome los labios
que repite y repite en mis adentros
una pregunta: Hermano,
¿es preciso vivir?, dime, ¿es preciso
vivir?
Imaginamos
que es nuestro el mundo y que la vida sigue
viviendo; imaginamos
que somos nuestra estatua; y llega un día
en que te basta dar un solo paso
para pisar tu cuerpo, lo que aún queda
de tu cuerpo mortal; para pisarlo
y volverlo a enterrar sin saber cómo
se entierra lo viviente; y arroparlo,
y llevarle el embozo hasta la cara
como una papelera de desahucio.
Luis Rosales Camacho (Granada, 31 de mayo de 1910-Madrid, 24 de octubre de 1992) fue un poeta y ensayista español de la generación de 1936.
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