miércoles, 14 de noviembre de 2012

MESA SERVIDA de MARIANO GIAMMONA.


VA OTRO CUENTO IMPERDIBLE DEL ESCRITOR PATAGÓNICO DON MARIANO GIAMMONA PARA USTEDES. ¡QUE LO DISFRUTEN!



MESA SERVIDA.

Eran Los últimos días de agosto del año 1989.

La helada que había caído en las horas previas a la salida del sol ya se había levantado y estaba el piso muy húmedo a causa de ella, pero en compensación la jornada se presentaba espléndida con el cielo totalmente despejado y una temperatura  realmente agradable para esa época del año tan  cercana a la primavera.

El puestero parece que se había levantado “alunado” porque pocas palabras decía, y recién después de almuerzo dio rienda suelta a sus charlas.

Hace unos veinte días atrás, después que vos te fuiste, -comentó-, seguí a un puma con los perros…; lo  “empacaron” como a una legua de aquí.

Aja…y? lo mataste? –pregunté-.

No, comentó orgulloso… lo agarré vivo. Suerte, viste porque me lo pagan como seiscientos o setecientos dólares.

Y quien ché? Y para que lo quieren, si es que se puede saber?, Porque eso está prohibido, no se si estás enterado?

Lo quieren  para un coto de caza cerca de Santa Rosa –contestó suelto de cuerpo-.

Contame  como hiciste y como hacen ellos para llevarlo y para que no se les escape en el coto?  –curioso seguí indagando-.

Bueno, mirá es fácil. Yo tenía el cuchillo, el revólver, el lazo de cuatro,  uno trenzado  y varias piolitas que siempre las tengo a manos por las dudas. El bicharraco estaba en un limpio y se prestaba para que pudiera enlazarlo, así que me animé. Quedó enlazado del cogote y amarrado a un piquillín, después con el otro lazo de las patas lo dejé como cuerda de guitarra. Le puse la inyección y me lo cargue al hombro para llevarlo cerca de una picada y  dejarlo atado con el collar y la cadena para enseñarle a comer. Hasta allí lo mío –dijo-.

Pará, pará, -lo interrumpí-, de que inyección me hablas y que es eso de “enseñarle” a comer, mirá si no va a saber el pobre animal!!

Nada de “pobre” que bastante daño hace, que si te descuidás se le anima hasta a las vacas.  A comer hay que enseñarle, porque el solo come lo que caza, y más si te ve que se lo arrimás vos. Yo le tiro alguna martineta viva, o algún piche, sea con el ala o una pata quebrada para que el se los cace y así toma confianza…, cuando se acostumbra ya no hay problemas. La inyección es ésta –me mostró-, sacando de una riñonera una jeringa sin aguja  cargada con un líquido amarillento. Es un somnífero, lo pones y en cinco minutos te lo cargas al hombro –sonreía-.

Los del coto te avisan y lo vienen a buscar, es así no? – inquieto yo quería saber-.

No, esos ni aparecen, hay mucha gente involucrada en esto. Viene  un tipo que lo lleva disimuladamente en auto.

Como en auto?, en camioneta dirás…

No en auto, y en uno último modelo para no llamar la atención...

Y ??, dále seguí, no me dejes con la intriga.

Bueno, te cuento de un tiro, porque sino me vas a volver loco: el más corajudo lo lleva en la parte de atrás entre los dos asientos en el piso, tapado con una manta. Obvio le ponemos una dosis reforzada del somnífero antes de salir, el ya tiene el tiempo calculado y si ve que empieza a moverse o a runruniar, le pone algún centímetro más y listo; el otro que sabe venir no se anima,  y trae una jaula en la que lo metemos cabeza abajo tomándolo de las patas, después se pone sobre el asiento y siempre va tapado por la manta.

Ya en el coto, lo atan,  pero con dos cadenas,  una a cada lado que las dejan flojas así puede moverse algún metro para adelante y para atrás. Allí le dan de comer capón o alguna  oveja vieja…, agua no le dan. Cuando calculan que tiene mucha sed, lo toman –por lados opuestos-,  uno de cada cadena  y lo llevan medio a la rastra hasta el tajamar que no está muy lejos  y lo dejan  tomar. Después ya se acostumbra y no hace falta arrastrarlo.   Muchos días antes que llegue el héroe, que se supone es el cazador que llega del exterior, le avisan al campo los de Buenos Aires, y los puesteros dejan de darle de comer. Para esto ya el tipo sabe de memoria el camino al charco.

El extranjero que los contrató, llega a Buenos Aires…, los están esperando un señor y una señorita elegantemente vestidos y perfumados. Ya en  el hotel cinco estrellas, la chica se queda para ponerlo en órbita sobre la Ciudad, obviamente se hace la simpática -o la sensual –como quieras…, 

en la habitación  se descuenta que hay dos botellas de champagne bien helado en un balde de plata!!.

Una vez descansado, a los dos o tres días lo embarcan en Aeroparque, la chica lo despide antes de hacer el check in, y en una hora lo reciben en Santa Rosa en una flamante 4x4 con destino a la Estancia.

La primer noche lo hacen apostar y por supuesto después de cuatro o cinco horas y muy muerto de frío, lo llevan a dormir.

Si no bajó anoche, seguro hoy va a ser el día, vamos a ir temprano apenas anochezca, -comentaban en la mesa-.

Hacía ya muchos días que estando avisados, los paisanos le habían dado medio capón que previamente habían puesto en sal desde hacía una semana. Agua ni por asomo...

En esa segunda noche, y ya con los ojos entrecerrados por el sueño, el “cazador” ve acercarse suavemente al “león”, quien despojado de las cadenas y el collar sabía de memoria el camino a recorrer para apagar su sed… El “gringo” se volvía pensando que era un campeón!!

Bueno… vamos a verlo –propuse-.

 Como a media legua de la casa, tenía al animal atado con una gruesa cadena de no más de  dos metros. Unas pocas plumas desparramadas denunciaban que su última comida habían sido martinetas. Su tacho para el agua estaba vacío. Fuera de su alcance y parado contra un matasebo estaba apoyado  un palo como de tres metros de largo con una lata de duraznos vacía atada en su punta, y a su lado un bidón con unos quince litros con  agua. –seguro era para llenar el tacho sin peligro, razoné-.

El bicho tranquilo, como acostumbrado a las visitas, y el gaucho nervioso me apuró para que nos fuéramos. Viste, comentó… tiene que quedar salvaje y no estar mucho tiempo con cristianos.

Esa noche, cuando salí a hacer el pis previo a la acostada, vi a lo lejos hacia el lado donde estaba el puma, un gran resplandor. Fuego no era, se veía como si fuera una luz muy blanca.

Me alcanzó el Mauser, y el llevaba en la mano el revólver 38. Te animás? –preguntó-. 

Mirá que me iba a achicar, pero por las dudas iba atrás de él.

Dale, seguime sin hacer ruido y vamos a “pata”, así no hacemos ruido con la “chata”.

Nos asomamos entre las ramas de los piquillines y vimos  una mesa de madera en el “desplayado” que había hecho el puma de tanto dar vueltas alrededor del hierro que         estaba clavado en la tierra para sujetar su cadena. Un círculo de unos dos metros estaba perfectamente limpio de pasto y maleza. Casi ocupando todo el  perímetro y hacia el norte había una mesa, …el “león” estaba acurrucado hacia el lado sur del redondel. Seguro nos sintió, y más vale que nos “venteó”, pero ni nos miró... Su vista estaba fija en la mesa que no estaba más que a medio metro de su cabeza. Estaba como aterrado, …nosotros también. Despacito retrocedimos y sin soltar las armas volvimos en silencio hacia la casa.

Nos quedamos como dos horas tomando ginebra para juntar coraje y acostarnos. Mientras tanto lentamente empezaron los comentarios.

Viste, -me dijo-,  que tenía un  mantel blanco, y que había platos,  cubiertos,  comida y vasos?

Si,  y hasta platos de postre con sus  cucharas,  agregué, solo que no había vino, yo solo vi una jarra con agua. Y el gato…, viste el susto que tenía?

Si, y notaste que en la mesa había un pollo y el bicho podría haber llegado y no lo comió?, y a nosotros ni nos miró,… parecía que le tenía más miedo a la mesa…¿quien pudo poner la mesa con el puma al lado…, y las sillas… y la comida que parecía estar caliente?..., y esa luz que no se sabía de donde venía? , y todo esto en el medio del monte!!

En fin ché… vamos a dormir que mañana de día vamos en camioneta, para hacer ruido para  que si hay alguno se espante y no nos joda.

Cuando estuvo alto el sol, cada uno tomó el arma que había dejado al lado de la cama y salimos en la vieja peugeot. En el camino se nos cruzó un avestruz pero a ninguno se le ocurrió tirarle, -había que  ahorrar balas por las dudas-.

Esta vez si que nos miró la bestia. Parecía estar bastante nervioso.

La mesa no estaba, las sillas tampoco, rastros no había ni de quien la puso ni de quien la sacó, tampoco había marcas dejadas por la mesa y las sillas. Solo pisadas del león, pero del día anterior, porque ese día se notaba clarito que el animal no se había salido del pedacito donde se había refugiado en el lado sur.

Pasaron veintidós años. Nunca se me ocurrió contarlo. Mucho menos escribirlo. Hace dos días, me corrí a Patagones a la casa de mi amigo Lucho que me esta dando una mano con alguna foto para este libro. Salió la charla y le conté.

Nunca escuché nada parecido, -le dije-. No vayas a creer, -respondió-, aquí cerquita en el cementerio pasó varias veces…, sin ir mas lejos te puede contar la señora que vende flores en la puerta.

Me irá a contar?, o me sacará corriendo?

Yo creo que sí, andá y probá.

Ayer, como a las once, como un solo hombre me apersoné en el kiosquito que tiene la señora.

Bueno… el asunto, parece que fue cierto, por lo menos ella así lo asegura…,   la vió a la mesa…, fueron tres veces… en distintos lugares del cementerio, pero la primera vez solo a cinco o seis metros de su negocio. Fue en los años 2006, 2007 y 2008. Era una mesa, servida para tres comensales, con mantel blanco, vino, pollo y un muñeco negro, con moño rojo. Los perros que tiene la señora no tocaron el pollo servido. Nada desaparecía como en el campo, porque los empleados del cementerio quemaban todo al otro día. Rastros no había, pero para la señora alguien se entretenía en ponerla.

Y  le digo más, -agregó-, en cada uno de esos años en que apareció la mesa, se me acercaron al kiosco, en tres oportunidades,  tres personas que llegaban en un auto lujoso muy moderno, vestidos con un tul blanco, y con una especie de corona en la cabeza, que me compraron cada vez tres crisantemos que querían llevar a la Capilla del Cementerio.  Era  evidente que   estaba relacionando las  visitas con el tema de la mesa.

Ya me estaba animando a escribir sobre el tema, pero antes me dije ¿para que está Google?, ese si que sabe todo…!!, y resueltamente encaré a mi computadora y a Internet.

Fuera de las leyendas y las historias de buques fantasmas, el buscador reporta dos casos muy concretos, reales y documentados

El bergantín Mary Celeste  (originalmente botado con el nombre “Amazon”) partió el 7 de noviembre de 1872 desde Nueva York, con destino a Génova.

Mary Celeste

La última anotación del libro de a bordo fue el 25 de noviembre y decía que estaban  a tres kilómetros de la punta Este de la isla St Mary. El cinco de diciembre a las tres de la tarde, el capitán del buque Dei Gratia (que  había divisado al Mary Celeste cerca de Gibraltar,  y creía que estaba en problemas), llama tres veces ofreciendo ayuda. Al no obtener respuesta, envía a tres tripulantes para abordarlo. Estos marineros, encuentran al buque en perfectas condiciones, sin ningún tripulante,  con la mesa servida y sobre ella una taza de café todavía humeante. Tres personas pusieron en orden al buque abandonado y las mismas tres lo condujeron hasta Génova, llegando un día después que amarrara el Dei Gratia en el mismo puerto.

El segundo testimonio, da cuenta que el día 24 de abril de 2007 el  yate de lujo Kazz II de 12 metros  de eslora,

Kazz II

fue encontrado a la deriva, en alta mar en Australia, en perfectas condiciones, con sus velas desplegadas, su motor encendido y sus tres salvavidas sin usar. En la cubierta, la mesa estaba servida, y eran tres los tripulantes, los que nunca pudieron ser hallados, pese a haber sido buscados por barcos privados, diez aviones y dos helicópteros de la Autoridad  Australiana de Seguridad marítima. Hoy ya hace cuatro años y como dice Google…ni noticias…

Fijate como se repite el número tres…. Creo que podemos descartar –como alguien me dijo-, que esas “son cosas de campo”, porque el campo queda bastante lejos de Gibraltar, y ni te cuento lo lejos que está de  Australia.

Por qué será  que se repite sistemáticamente el número tres?

Que  cada uno saque sus propias conclusiones o que cada quien quede con su intriga, pero no sea que vayan a pensar en brujas,… porque las brujas no existen, pero que las hay, … las hay.!!!!!


El correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor Mariano Giammona: mgiammona2002@hotmail.com

2 comentarios:

Alicia Abatilli dijo...

Felicitaciones a Mariano, desconocía su obra.
Gracias por compartirla, Guillermo y darle voz a los que andamos por ahí, en silencio.

mariarosa dijo...

Que interesante. Una historia que deja pensando.... y muy bien escrita.
Felicitaciones.


mariarosa