CUENTOS Y RELATOS.
ESCRITORES PATAGÓNICOS.
CAMBIOS EN EL CIELO.
Argentina, ha sido
prácticamente siempre un país extraño, extraño en su personalidad, extraño en
sus gobiernos, extraño en las relaciones con los países vecinos, extraño en su economía,
es decir que se salta las normas protocolarias de cualquier país democrático o
más aún, cuantas veces debió soportar las intervenciones de los militares. De
todas maneras, los habitantes son personas que siendo inmigrantes no
representan complicaciones para las autoridades en ningún lugar del mundo. Es
muy, pero muy difícil encontrar noticias policiales o de páginas negras que
hayan procurado argentinos o uruguayos, estos dos países son sinónimo de
costumbres y cultura desde que los habitaban los aborígenes. Se comparten las
músicas, la historia, los ires y venires de un lado al otro del río de La
Plata.
No
es extraño que de cualquiera de las orillas, jóvenes crucen en Ferry para
emparentarse en playas o en diversiones.
Sin embargo hay que reconocer que el argentino piensa 30 segundos antes que el
uruguayo y eso hace que exista una extraña antipatía que se resuelve muchas
veces a través de los chistes.
Esta aclaración sin embargo está relacionada para conocer el
perfil del argentino que interviene en este cuento corto. Se dice que los
españoles están siendo sangrados siempre con el detestable “cuento de gallegos.
”Estos
cuentos forman parte de la idiosincrasia sudaca, atendiendo las formas escasas
de preparación que llevaron los españoles (todos gallegos para los argentinos)
que enriquecieron la argentina sobre los finales del siglo diecinueve en que
debieron abandonar la región Ibérica para encontrar en Sudamérica la
recuperación de la estabilidad emocional y familiar. Los españoles siempre se
destacaron por su tozudez ante la adversidad y trabajaron donde los pusieron.
Demostraron grandes conocimientos en la gastronomía, el calzado, el campo y
muchos fueron contratados como marinos
ya que atesoraban grandes conocimientos náuticos a través de la navegación
entre Islas mediterráneas.
Un
cura que se arremangó la sotana para instalarse en un pueblito del norte
argentino, daba misa cantada cada domingo y los salvajes que se encontraban
fuera de la iglesia le hacían coros indecentes. El tiempo como siempre se
encargó de poner las cosas en su sitio y pasada una temporada prudencial,
aquellos amigos del coro exterior cruzaron la puerta y terminaron entregados a
los consejos del curita Español.
De a poco la feligresía de ese pueblito de la
Provincia de Córdoba, le tomó cariño y los fines de semana le sabían llenar la
despensa de la Iglesia con huevos, patatas, algunas verduras, frutas, nueces y
hasta algunas botellitas de vino patero que el curita se encargaba de dar
cuenta los días intermedios de la semana. Pasaron los años y la morriña del
cura se fue acrecentando junto con las arrugas de la piel madura. Se propuso un
par de años más de tiempo para darse unas vacaciones y regresar definitivamente
a su querida España que siempre le reclamó el cariño. Cuando cumplió los setenta, les comunicó a
sus superiores que ansiaba el traslado a su pueblo natal. Luego de unos
trámites de rigor, fue preparado su regreso y la despedida emocionada de
generaciones que conocieron su infinita paciencia ante los argentinos.
Un avión de Iberia lo trasladó hasta Madrid y de allí en
tren logró unir su aventura definitiva, arribando a La Coruña.
Sus
familiares lo estaban esperando y en poco tiempo volvió a ser un Español más (o
un Gallego más). Los años pasaron muy rápidos para el cura y un buen día, Dios
creyó oportuno darlo como caducado y lo llamó desde arriba. Ángel que se
llamaba el sacerdote, fue obediente y cubrió el trayecto al cielo en muy poco
tiempo. Llegó huérfano de información porque la última parte de su vida lo pasó
meditando y recordando tiempos viejos cuando el mundo estaba poblado de
habitantes con otras culturas. El esperaba aquella parte del cielo donde se
abría una puerta celestial entre nubes de algodón y San Pedro con un tremendo
manojo de llaves le abriría la puerta de su nuevo domicilio, pero algo había
cambiado. Cuando murió y se trasladó como alma, preguntó donde debía ir. ¡Al
Cielo! (le dijo un ángel).
Obediente como siempre fue hasta una puerta
grande donde se podía leer en un rótulo de metacrilato; “BIENVENIDOS AL CIELO”.
Había una mesita de entrada y un ángel vestido con una blanca chilaba que le
preguntó ante la llegada; ¿Qué desea el señor?, ¡me dijeron que tenía que venir
al cielo, y aquí estoy! ¡Bienvenido!, puede pasar y ponerse el último de aquella
cola de espíritus recién llegados.
La cola de aspirantes al cielo estaba muy molesta y se
notaba cierta indisciplina unida a quejosos que pedían la hoja de reclamaciones
a voces.
Ángel traía una pregunta unida a una ansiedad contenida y la
largó enseguida. ¿Por donde se encuentra Dios? (preguntó). ..el recepcionista
sin demasiado entusiasmo le respondió, ¡Dios no está más, estaba muy viejito y
se jubiló hace bastante tiempo!... ¿y quien lleva el cielo entonces?, (dijo el
cura totalmente asombrado). ¡lo llevan unos Argentinos!, respondió el portero
sin emocionarse., el jefe es uno que tiene un ojo mirando a Cuenca.
En los últimos tiempos, habían muerto muchos
argentinos y ellos buscaron la forma de quedarse con el cielo que es bastante
rentable, ¡pero como ve!, han creado un desorden y una corrupción que más vale
ni enterarse. Luego de muchos días de
espera en la cola de llegada, le llegó el turno de ser atendido. ¡bienvenido
señor! le espetó el recepcionista con tono sobrador. “¡Como usted verá esto ha
sufrido un cambio en el sistema, arropado por cambios naturales llegados en el
marco de bla, bla, bla, bla bla, (lenguaje argentino), entonces debe saber que
acá ahora se ha creado un “paraíso virtual”,..¿virtual? ¿Qué significa?,.. ¿qué
significa?, ¡que usted a cambio de un modesto aporte económico, tendrá derecho
a lograr un combo de posibilidades! ¿quiere 50 años tirado a la orilla de una
playa?, ¡perfecto!. ¿quiere 30 años con mozos que le sirvan comidas exóticas,
vinos de la bodega Pirri o churrascos con morcillas, chorizos, cordero
patagónico, chimichurri, etc.?, ¡acordado!, que quiere tener un vehículo a
nafta durante 60 años? ¡concedido!, aquí todo es virtual y como ya le anticipé,
por una módica suma tendrá todo lo que desee!, lo colocamos en un disco duro y
¡hala!
El
curita estaba transformado, tantos años pregonando que el cielo, Dios, los
ángeles y el Paraíso eran otras cosas diferentes y ahora se encuentra en una
cola desordenada de almas que intentaban colarse para ser atendidos. Un alma
arrebatada que estaba haciendo quilombo, se acercó enojado y dijo al portero;
¡Si usted no me atiende, tendrá que sujetarse los pantalones, porque no sabe
quien soy yo! ¡Hacete humo boludo! Le respondió el portero. El Cura recordando
los tiempos que había pasado en Argentina, trató de salir pronto de ese lugar.
¡déme 100 años de paciencia y ya está! ¡acordado! (respondió el recepcionista
colocando un disco duro) ahora tiene que ir a aquella cola para que se lo
activen, ¡pase por caja y buena suerte! A paso lento se dirigió a la cola que
estaba revolucionada por algún motivo aparentemente grave. Unas almas se
estaban liando a guantazos y otras se apoderaron de unos discos duros dejados
sobre una nube pequeña.
Luego de una exasperante cola desorganizada, le llegó el
turno de ser atendido, el nuevo recepcionista tenía cara de argentino, ¿qué
desea el señor? (le pregunta), traigo este disco duro para que me lo active y
pasar al “Paraíso” (dijo Ángel con voz aflautada)
¡No podrá ser!, le responde el portero, el sistema se ha caído
y tiene que hacer cola de nuevo para comprar otro disco por una modesta suma de
pesos, para tal efecto deberá hacer cola ayá donde están aqueyos viejos.
(El cielo yoraba).
1 comentario:
Seremos así los argentinos?
Una gran ironía y en cada frase subyace la verdad.
mariarosa
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