Chaco, provincia pujante
en la vida de la Patria,
tierra que antaño fuera
rugir de tigres y hachas,
de gentes que por poblar
morían a punta de lanza,
porque el malón no perdona :
su defensa es la matanza.
Tierra de selvas tupidas
y también de extensas pampas,
de chacras entre los montes,
de mucho tiempo sin agua,
de cañadas y de esteros,
de bichos de toda laya,
de las mangas de langostas
matadoras de esperanzas.
Tierra de surcos rebeldes
que a veces no devolvían
lo que el hombre les prestaba,
de obrajes con jornaleros
que vuelcan su alma en el hacha.
Sus vidas son de los montes,
de las miserias y farras.
Pero al telón de ese Chaco
el tiempo lo va cerrando,
y donde el tigre rugía
hoy hay tractores arando.
Se acabaron los malones,
las tribus se han vuelto mansas,
y están chuceando la tierra
con rejas en vez de lanzas.
Ramillete de indios fuertes
de melancólicas razas,
son también hijos del monte,
simbólicos como el hacha.
Y no es de menos valor
el gringo de tierra extraña
que se metió en nuestros montes
y luchó en pos de sus ansias.
Tuvo que afrontar mil contras,
ahuyentar penas que matan,
y en la lucha por la vida
aprendió a querer mi Patria.
Ese puñado de cosas,
más voluntad y esperanza,
fueron levantando el Chaco
al nivel de sus hermanas.
Hoy sigue golpeando el hacha
y la reja no descansa.
Por eso los pueblos brotan
como por arte de magia,
los caminos se hacen anchos,
se va agrandando la Patria,
y el algodón de las chacras
va curando las heridas
de los quebrachos que sangran.
Chaco, provincia querida
que al progreso se encamina,
hoy, hoy abraza a sus hermanas
de esta mi tierra argentina.
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