domingo, 2 de septiembre de 2012

PALABRA ES PALABRA por Mariano Giammona.

 
PALABRA ES PALABRA.
Tenía unos pocos pesos ahorrados.
Por ese entonces yo estaba trabajando en el Banco de la Provincia de Río Negro, en Viedma.
No se porqué me llamaba la atención el campo y la cría del ganado. Quizá fuera por mi afición a la caza, o por el deleite que me producía  respirar  aire puro en  la meseta patagónica. La simpleza del hombre de campo también llamaba mi atención.


La idea dio vueltas y al poco tiempo, precisamente a mediados del año 84, me había puesto   entre ceja y ceja la meta  de ser ganadero.
La imposibilidad de comprar un campo era total…  la de tomarlo en alquiler también era utópica al no tener el capital necesario…,  -hacía falta  una cantidad importante de vacas para  justificar el gasto del alquiler-…

Un mercachifle que recorría los campos del sur de La Pampa, contra la margen norte del Río Colorado,  estaba siempre atento a la posibilidad de ganarse un peso…

Oiga “don”, -me dijo-..., yo puedo conseguirle un campo que acepten hacienda y usted le paga solo mensualmente por cada vaca que  le tomen  en pastoreo… ellos se encargan de todo… solo tiene que ir a vacunar y a llevarse las crías que nazcan… usted puede seguir haciendo su trabajo en Viedma y ellos hacen todo.

La cosa  me gustó. Sacamos  cuentas con el mercachifle, y los números me daban  para comprar apenas unas ocho o nueve vacas, ni siquiera me alcanzaba para el toro que les hacía falta.…

No abandoné… el tema quedó  invernando…

El hombre se quería ganar la comisión a cualquier precio… volvió a la carga a la semana siguiente…”mire don, porque no compra unas terneras?, con esa plata le puede alcanzar para  unas  treinta o cuarenta, y no necesita toros… al menos por ahora”…, “cuando se quiere acordar se van a hacer vacas y usted ni cuenta se va a dar”. “ dos veces por año, con que vaya a cumplir con la vacuna,   listo”

El “viejo” Benito, era un gran tipo. No es que fuera un “viejo”, solo tenía algún año más que el resto, pero le decíamos así cariñosamente. Su grupo, generalmente estaba compuesto por  gente mas joven que él, porque  tenía el atractivo de la “calle vivida” para los que éramos más pichones.  Nos atraía como la miel a los osos.

Dale “viejo”, acompañame, vamos a un campo del otro lado del “Colorado”, son como doscientos kilómetros de aquí, y todo camino de ripio, va a ser una aventura…, yo compro una tira de carne y vos hacés el asado...

Ché… semejante viaje…-me dijo-,  yo mucho no tengo que hacer, pero…

Decime, podré llevar la escopeta?

Y mirá… como poder no se puede, pero en ese desierto quien nos va a agarrar?, dale viejo, juntá coraje y arrancamos mañana temprano.

Mucho no se hizo rogar… yo llevo el vino –ofreció-, a que hora pasas?

Eran las 6 de la mañana  yo a los bocinazos, y el viejo con su gorra, su escopeta y la damajuana se subían de prisa al  R12…,  combustible ya había completado la noche anterior, así que sin más  salimos muertos de frío para “La Japonesa”.

El “merca” era un parlanchín de primera, las palabras las  atropellaba unas con otra mientras las iba largando salpicando  como ametralladora.

Desde Chelforó hasta  el puente de “La Japonesa”, el auto apenas si se podía nivelar entre pozo y pozo… “estas son las penurias del asfalto…” “ ya van a ver como se va a serenar cuando tomemos el ripio del otro lado del río”, nos comentaba riendo el “charleta”..

El primer susto lo tuvo el viejo, cuando llegamos al destacamento de la caminera antes del puente… zorro,  nuestro pasajero le preguntó muy serio…¿¿¿oiga don, tiene portación de armas y permiso de caza???... porque estos requisan… A mi pobre amigo no le daban las manos para tapar el arma con cuanta cosa pudo…

A donde van? Preguntó el policía de guardia… al campo de don Eugenio, presto contestó nuestro guía… Ahh… buen viaje, y saludos.   Salvado el hombre, pensó mi amigo, y no con menos picardía rápido le dije … no descubras el fierro,  viejo,  que del otro lado del puente está la otra policía… volvió a ponerse pálido enrollando las piernas sobre la “Centauro”.

Ya en La Pampa y dejando atrás a Gobernador Duval, subimos  la loma y  tomamos  una ruta enripiada paralela a la costa,  que se abre a la derecha.

Casi cien kilómetros hicimos empolvándonos, y el primer reto lo tuvo el viejo cuando quiso tirarle a una martineta…”no mi amigo… con ese cañón tírele al vuelo si se las banca”… Orgulloso Benito se bajó corriendo para que levantara vuelo y poder tirarle. Volvió contento con su presa,  poniéndola en una bolsa de nylon.

Nuestro mercachifle parece que la tenía con él…!! ¿¿¿y ahora como se las va a rebuscar con el guarda fauna que nos espera allá adelante en el camino???... El viejo se puso blanco…, poco veía, pero divisó como a quinientos metros la figura  del  tipo uniformado y apoyado en el alambrado contra el guardaganado…Fruncía los ojitos… el tipo tieso. Yo, mirando la sonrisa picaresca del  paisano, y los nervios del viejo, pensé… tan maldito es este tipo que goza viéndolo sufrir…

¿¿¿y, que hacemos??, -pregunté-.   Nada, siga nomás Don…

Claro él sabía que el de  la tranquera era  un monigote que había fabricado  “Chicharra” –el sobrino de Don Eugenio- para que a modo de espantapájaros asustara a las vacas y no saltaran los hierros hacia el  otro campo…

…Mientras hacía el fuego para el asado, el viejo retomó su color y estado de ánimo, mientras yo  hacía negocio en el corral, como normalmente  se acostumbra en el campo.

Vamos a tomar unos mates, a ver si sacamos los números –dijo-.

Había llevado la chequera, pero era consciente que allí en el medio del desierto no era una persona conocida, así que estaba resignado a volver al día siguiente con el dinero, si es que cerrábamos trato. Por las dudas, le pregunté…”¿puede servirle un cheque a treinta días?”…,  “para nada mi amigo”,  “que quiere que haga yo con un papel aquí en el medio del monte,… para que me sirve”…

¿¿Usted es un tipo de palabra, como somos los criollos?? –preguntó- . Sí,  por supuesto -le contesté-. Sin decir palabra se levantó, miró el almanaque con figura de Molina Campos que tenía en la cocina, y volviendo me dijo, cerremos trato, saquemos la cuenta, mande un camión mañana a primera hora y el día 17 de julio lo espero con la plata en la puerta de la cocina.   Yo no lo podía creer!!!!!

El 14 de julio, mi “comisionista”  me llama por teléfono para decirme que tenía otra partidita  de 10 terneras en el campo vecino al de don Eugenio, y que encerraban el 19 para vacunar.

Son doscientos kilómetros para allá y  doscientos de vuelta –me decía mi señora-… en lugar de ir a pagarle a don Eugenio el 17, hacé un solo viaje y le pagas el 19.

El viejo, que estaba tomando un café en casa, asentía comentando  para reforzar… “con las bicicleteadas a que estamos acostumbrados ¿que son dos días de atraso?, le explicamos y listo”, son muchos kilómetros pibe.

Tenía que tomar una decisión y de yapa el viejo no podía acompañarme si es que hacía  dos viajes.

El 17, don Eugenio me esperaba en la puerta del rancho… pase mi amigo…tómese unos mates, adelante… Un rato después de haberle pagado, no quise dejar la ocasión de comentarle… “y sabe… pasado mañana tengo que volver aquí al lado,  al lote trece,  que me van a tener encerradas unas terneras….. pero vio… me había comprometido…”

Yo descontaba que la respuesta  iba a ser…… “hombre…, hubiera hecho un solo viaje…”.

Sin embargo, alcanzándome  el mate que había cebado, me dijo pausadamente…, “lo bien que hizo mi amigo…porque… palabra es palabra”.

Nota: Esta historia fue publicada en "El Globo de Villa Regina" el martes 7 de agosto de 2012, página 2.

Correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor:
mgiammona2002@hotmail.com

No hay comentarios: