lunes, 24 de septiembre de 2012

PIBE DE CAMPO por MARIANO GIAMMONA.

PIBE DE CAMPO.
¡¡¡QUE LO DISFRUTEN!!!
Tenía solo 5 años y algo más.
Vivía en el pueblo, donde iba a su jardín todos los días., pero su locura era ir al campo donde su papá trabajaba. Allí me lo solía encontrar cuando me aparecía de visita, solito con el viejo… si parecía un hombre el piojito!!  Se acostaba primero que ninguno y a la mañana era raro que no saltara de la cama al primer ruido en la cocina.
Va a desayunar m´hijo? Le preparo algo? –decía su padre-
No gracias, yo me hago un té. Y allí partía poniendo un jarro sobre la llama de la cocina que acababa de encender. Leche en polvo, un saquito y media galleta de campo aprontaba en la mesa mientras aguardaba el punto del agua. Cuando terminaba, limpiaba la mesa y lavaba la taza, guardando la leche y la cucharita.
Tiene que hacerse hombre,  decía su papá. Tiene que jugar, y bastante lo hace en el pueblo, y aquí también en cuanto puede, pero goza más ayudando en los corrales que correteando por allí, pero su tiempo se lo toma, no vaya a creer –me decía-.…
 Había  traído a Beethoven del poblado, un lindo cooker spaniel color negro, con cola recortada y largas orejas, que era su compañero de andanzas y corridas. Allá salían los dos corriendo, él dando la vuelta al tajamar y el perro cruzándolo por el medio pasando por el agua. Nunca le puedo ganar me dijo un día, pero el es  vivo, sabés, recorre la mitad del camino tomando ese atajo, pero cuando  mi papá me preste la camioneta vas a ver como le gano decía con sus ojitos brillantes.
Me había tomado el tiempo. Conocía mejor que los perros el ruido de mi Peugeot cuando me acercaba al rancho. Jadeando ya estaba abriendo la tranquera cuando asomaba de la curva. Claro… yo tenía que parar, porque cerrarla no sabía el muy chiquito. Venía con su manita derecha extendida para saludarme, con voz chillona me decía “como está mi amigo?” estrechando la mía con seriedad, para después colgarse de  de mi cuello besándome sonoramente. Quería ser hombre, pero le salía su bondad y cariño de pibe bueno.
Te corro….. proponía, y  al costado de la pick up hacía esos cien metros hasta la casa a toda carrera. Claro… me ganaba siempre por supuesto, ja ja,  y con orgullo y con la lengua afuera le contaba la hazaña a su papá que estaba en los corrales.
 Tenía locura por correr.
Un día, estando seco el tajamar, su papá arrancaba el generador con la batería de su camioneta. La vuelta hasta la casa por fuera del tajamar era casi tres veces la distancia que si se cruzaba por el medio. El papá debía rodearla no había dudas. El charco estaba seco.
Te corro, desafió…, y  salió junto al Beethoven a toda marcha con sus patitas a mil. Obvio el perro le sacaba mucha distancia, pero a él le interesaba ganarle al papi, claro. Miraba de reojo la camioneta, y adelante, pero al  suelo ni por asomo. El papa pensó que iba a tropezar con las huellas endurecidas que habían  dejado las vacas mientras el fondo estuvo fangoso. Pero no, no se cayó. Solo que ya casi llegando comenzó a dar unos saltos impresionantes, a la par que gritaba como un marrano con la cara desencajada por el miedo. Su papi llegó corriendo, viendo unos metros atrás a una enorme culebra que se alejaba velozmente. Vio mi amigo porqué su padre le dice siempre que mire al suelo cuando camina y que tenga cuidado por donde va a pisar? Podría haber sido una víbora y ahí si que se las hubiera visto fulera m´hijo!!. 
Todos los días le enseñaba algo al chiquitín sobre la vida en el campo. La familia era toda gente de campo, lo normal sería que algún día fuera a parar a un puesto. Si le gusta estudiar y ser otra cosa, mejor, pero si viene al  monte tiene que saber como sobrevivir.
No hijo, no le dé esas cáscaras de huevo al perro, porque  las va a lamer,  le va a gustar y después se va a poner más dañino que los zorrinos o las comadrejas con los nidos de las gallinas. No hijo, tenga cuidado cuando levanta esa chapa que abajo puede haber una yarará. No hijo, no mate pájaros si no los va a comer. Papá, se los cacé para el gato decía orgulloso mostrando  su aire comprimido y los primeros dos chingolitos que había acertado a cazar. Así se hace la “armada” le enseñaba lazo en mano. No hijo, no pise ese “chinchimoye” que lo va a “miar” y va a quedar mas hediondo que un zorrino.
El pibe aprendía a pasos agigantados, ya sabía mucho de la vida de campo. A mi me pasaba el trapo cinco veces y se reía cuando me agarraba con algo que yo no sabía. A que no sabes si es potrillo o potranca esa cría que viene con la yegua? Me preguntó-, Dame un largavista le dije, si está como a quinientos metros...  Ja, ja, se reía, no sabes que si viene a la par es  hembra, y si viene a la siga es macho me dijo.
 Es muy maduro, le dije al padre mientras el no estaba con nosotros.
Eso no es nada, me respondió. Siéntese  que le cuento::
Vió que su perro es el Beethoven?
Si claro, raro que no lo veo. Seguro que no lo va a ver.  
Siempre andaba suelto, al contrario que el “Pirata” que lo mantengo atado todo el tiempo. Resulta que el “pirata” se soltó, y no se como los perros se pusieron de acuerdo. El pirata lo mandó al Beethoven  al lado oeste del gallinero donde arriba hay una franja de unos cuarenta centímetros sin tejido, y el se puso a torear a las gallinas desde el tejido del lado este. Claro las gallinas se volvieron locas y revoloteaban tratando de escapar, cosa que conseguían saliendo por el agujero del lado del Beethoven. Allí las esperaba el cooker que las agarraba al vuelo masticándolas alegremente.
Justo arribamos nosotros. Desde la tranquera sentimos el alboroto. Llegamos corriendo. Beethoven contento nos mostraba su proeza, con una gallina en la boca, mirándonos alegremente y moviendo el rabito que le quedaba de cola.
Que hacemos m´hijo pregunté. El chico  las costumbres del campo las sabía muy bien porque yo se las había enseñado, pero era su perro!!!
Y… papá hay que matarlo!! Ya se ha puesto dañino y nunca nos va a dejar tener un animal en la casa, hay que matarlo!!
A mi se me partía el corazón, pero es la realidad que tengo me dije y junté coraje (para hacerlo delante de él, claro).
Una vez muerto el animal,  se mantuvo entero. Le pregunté, ¿y ahora?
Yo descontaba que me iba a decir: busquemos una pala y enterrémoslo. Pero el pibe siguiendo con su entereza me dijo: vamos a carnearlo papi!.
Yo asombradísimo. ¿y para que, -pregunté? Para dárselo a los otros perros papi, así nos ahorramos la comida… antes de tirarlo lo aprovechamos, porque en el campo no se tira nada!!…
Mi madre11, dije yo interrumpiendo su relato.  ¡es un hombre, caracho!. ¿Cuántos años tiene?,
El mes que viene cumple seis respondió su padre!
 El querubín, sin saber de que hablábamos, se acercó corriendo y encarándome resueltamente me preguntó: “no me contás el cuento de los tres chanchitos que me contaste  un día, y me sentás en tus piernas como aquella vez?”
Embelesado me miraba mientras le contaba…, parece un grande…pero es un pibe…UN PIBE DE CAMPO!!!

Este cuento de Mariano Giammona fue publicado en "El Globo de Villa Regina" el martes 21 de agosto de 2012.



Correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor:
mgiammona2002@hotmail.com

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