Siempre la claridad viene del cielo.
Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo –esto es un don–, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.
Claudio Rodríguez fue un poeta español nacido en Zamora en 1934.
Licenciado en Filología Romántica por la Universidad de
Madrid, en 1957, con una tesis sobre “El elemento mágico en las canciones infantiles
de corro castellanas”.
En 1953, obtuvo el premio “Adonais”. Su primer libro “Don de
la ebriedad” (1953) ha sido valorado por la crítica como uno de los más
brillantes de la lírica española en la segunda mitad del siglo XX. Entre otros premios a su obra se destacan: el “Nacional
de Literatura”,el “Premio Nacional de Poesía”, el “Príncipe Asturias de las
Letras”, y el II Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana de la Universidad de Salamanca, entre otros.
En 1987 fue elegido miembro de número de la Real Academia
Española de la Lengua para ocupar el sillón I, sustituyendo a Gerardo Diego.
Fue nombrado Hijo Predilecto de la Ciudad de Zamora en 1989. Falleció en Madrid en 1999 a los 65 años de edad.
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