Con el escape libre para escuchar mejor el canto del motor ,
me voy a los campos montado en mi Ford.
Mi Ford es sencillo como el Clavileño de Alonso Quijano. Dócil a mi empeño,
va donde yo quiera, por valles y cuestas por cerros y lomas y verdes florestas .
Yo no tengo apuros, negocios ni estancias,
mas el que me vea, veloz como el viento,
tragar las distancias
rigiendo mi Ford,
cree que me protestan algún documento
o me ocurre un caso de fuerza mayor .
Nadie se figura,
nadie se imagina, ninguno sospecha,
el goce salvaje, rayano en locura,
de andar como flecha.
El hombre es un bípedo pesado, sotreta,
y por andar algo más que la tortuga,
domó los caballos y la bicicleta
inventó las máquinas de ponerse en fuga.
Por un cuesta abajo me largo en segunda,
mi alma en un vértigo tremendo se abisma,
y a medida que corro me inunda
un afán de romperme la crisma!
El Ford cruje entero,
ya parece saltar en pedazos!
y por el volante me sube a los brazos
una fragorosa vibración de acero!
Un pollo suicida se pasa en mi ruta y bajo las ruedas lo dejo extrachato .
Que no me perturbe la recta absoluta
ni perro ni gato,
pues voy sin disputa
sembrando el julepe y el asesinato.
Oh, Ford, auto cabra!
Auto mula, sencillo y liviano! Última palabra
del machinatismo norteamericano.
Este poema que desconocía de Jaime Dávalos lo encontré en
http://saltanuestracultura.blogspot.com.ar/2009/12/mi-ford-poema-de-jaime-davalos.html
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