jueves, 4 de octubre de 2018

LA EQUIVOCACIÓN de Silvia Angélica Montoto.

LA EQUIVOCACIÓN
de Silvia Angélica Montoto.
Bajé del tren cubriendo mi cara con la bufanda, el viento y la lluvia se estrellaban en mi rostro haciéndome saltar las lágrimas. Llevé con gran esfuerzo mis maletas hasta la salida del andén donde, por suerte de inmediato conseguí un taxi.
-Belgrano al 1400 – dije, y el hombre tomó rumbo hacia el norte, lo que me pareció bastante extraño…
Seguro que me va a pasear por toda la ciudad, intuyendo que no soy de aquí – pensé
Estuve a punto de darle indicaciones más precisas para frenar su intención pero luego pensé, ¡Qué son unos minutos más si al fin recién empiezan mis vacaciones!... Quizás también este sea parte del paseo.
Aún no había aclarado y cada sitio por donde pasábamos me parecía totalmente desconocido. Habrán remodelado la plaza - me dije - al ver la hermosa fuente luminosa que se destacaba en el centro rodeada de grandes canteros. Noté también que el empedrado de las calles, que había caracterizado la ciudad, había sido cambiado por pavimento y rememoré con nostalgia el viejo tranvía…
-Yo también he cambiado en tantos años pero a diferencia de la ciudad, que está más joven y luminosa, yo estoy más vieja y apagada…
Cuando entramos en el último tramo de la avenida Belgrano y el chofer me avisó que ya habíamos llegado, la confusión se apoderó de mí.
-Aquí no es, le dije-.
-Belgrano al 1400 Sra. ¿ No es eso lo que me indicó?
Al mirarme por el espejo retrovisor, el hombre leyó el espanto pintado en mi gesto.- La ciudad tiene una sola calle Belgrano… -dijo -¿Está segura señora que me ha dado bien la dirección?
-¿Estamos cerca del río?, le pregunté recordando vagamente el paisaje.
-El río, no, por aquí no pasa el río. Estamos a 40 km. De la costa… ¿Se siente bien señora?...
-¿No es esto Reconquista? -. Le dije entrecortada.
-No, estamos en Miraflores a 50 km. de Reconquista. Usted se ha pasado de largo. ¿Qué le pasó, se durmió?
La sorna del hombre me puso en peor estado. Sentí que me ridiculizaba.
Aboné el viaje y con la cara roja de vergüenza me bajé apurada.
¿Que hacer, adónde ir a esta hora en una ciudad desconocida, dormida aún?
Descubrí en una esquina la vidriera iluminada de un bar y decidí entrar al resguardo del frío para resolver mi problema.

Era la única mujer en ese lugar de feo aspecto.
Algunos parroquianos en la barra hablaban estrepitosamente y soltaban sonoras carcajadas.
En otra mesa un grupo de jóvenes, quizás estudiantes, desayunaban mientras leían el diario en silencio.
De pronto, un hombre alto de sombrero, sobretodo negro y gruesos lentes, entró frotándose las manos y se acercó a la mesa de los jóvenes a espaldas de la mía.
Debe ser un profesor, pensé, al ver el saludo reverente de los chicos que enseguida le hicieron un lugar y llamaron al camarero.
Se notaba entre ellos un trato cordial y de gran respeto. Añoré mis años de profesora en el secundario de Reconquista y recordé algunos rostros jóvenes guardados con cariño en mi memoria… y otros sueños que lejos habían quedado en aquellos tiempos de mi juventud.
Consulté el reloj. Eran casi las siete de la mañana. Ahora, más tranquila me ocuparía de averiguar de qué forma podía llegar en el día a Reconquista, donde seguramente mis amigos me estarían esperando.

Como el grupo de jóvenes me inspiraba confianza, me acerqué a la mesa, seguro comprenderían mi situación y me ayudarían.
Al escuchar mi voz hablando con el joven que tenía frente a mí, el hombre mayor se dio vuelta y al mismo tiempo nos dijimos… 
¡Constanza!... ¡ Miguel!...
Y sin que nadie comprendiera nada nos fundimos en un fuerte abrazo.
Me olvidé de todo, de Reconquista, de mis amigos, de mi apuro por llegar…

Pedimos varios cafés y fumamos unos cuantos cigarrillos.
Recorrimos largos caminos en el recuerdo del tiempo aquel, en que con nuestros diplomas de profesores, recién estrenados, y la juventud arándonos el alma y el cuerpo, compartíamos lo poco que teníamos, aferrados a nuestros ideales, soñando que cambiaríamos el rumbo de la humanidad, mientras nos amábamos hasta morir en aquella pobre pieza de alquiler…

1 comentario:

Carlos Basabe (Gallo Viejo) dijo...

ME GUSTA TODO LO QUE ESCRIBE SILVIA, TIENE UNA CAPACIDAD ENORME