domingo, 3 de junio de 2012

SI ME VEIS MIRANDO LEJOS...Atahualpa Yupanqui - Pablo del Cerro.


SI ME VEIS MIRANDO LEJOS...
Atahualpa Yupanqui - Pablo del Cerro.



Si me veis mirando lejos
Abrazado a la guitarra,
Es que voy sobre la mar
Sin aire, ni cielo, ni agua.

Y cuando miro el oscuro
Madero de la guitarra,
Seguro es que voy rezando
Por una patria lejana.

Mi mano en el diapasón
Se afirma como una zarpa.
Es que voy gritando cosas
Que me dicta la guitarra.

Cuando inclino la cabeza
Para esconder una lágrima,
Estoy viviendo y muriendo
Lo que ordena la guitarra.

Universo de seis cuerdas,
Y un simple nombre: guitarra
Caminando por el mundo
Al corazón aferrada.

Si me veis mirando lejos
Abrazado a la guitarra,
Es que voy sobre la mar
Sin aire, ni cielo, ni agua.

Este poema integra el libro: LA CAPATAZA.

"La Guitarra es un misterio que sólo se devela cuando el hombre canta o reza junto a ella los salmos de la tierra y de la vida.
La guitarra no miente jamás. Si el hombre se acerca a ella confesándole, el instrumento registra la verdad del pensamiento, lo exacto de la intención, la dimensión cabal de un sentimiento."
Yupanqui. Fragmento tomado del libro La Capataza.


DE ATAHUALPA YUPANQUI.
Entre las memorias o recordaciones que supo hacer don Atahualpa Yupanqui de su niñez y de su casita paterna señalaba que su infancia transcurría de asombro en asombro y de revelación en revelación. Había nacido en el medio rural de aquella pampa húmeda de suaves ondulaciones y horizonte tan redondo como muchas de sus canciones. Era un mundo de balidos y de relinchos, era un mundo de sonidos dulces y barbaros a la vez. Pialadas, vuelcos, potros chucaros y yerras, ijares sangrantes, espuelas crueles, risas abiertas y comentarios de duelos. En aquellos pagos de Pergamino nació para sumarse a la parentela de los Chavero del lejano Loreto Santiagueño. Sabía comentar con verdadera y atrapante conversación que le galopaban en su sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos de donde salían puertas y columnas para capillas e iglesias. Recordando su perentesco materno sabía comentar que venía de Regino Haram, de Guipúzcoa (Pais Vasco) que llegó al medio de la Pampa para levantar su casona. “Mi tata era un humilde funcionario del ferrocarril, pero nada podía matar el gaucho nómada que había sido. En tanto a la guitarra don Ata recuerda que le llegó y se hizo presente en su vida desde las primeras horas de su nacimiento,…con guitarra alcanzaba el sueño” eran vidalas y cifras que tocaban sus padres y sus tíos.
Autor: Carlos Basabe Cerdá.

1 comentario:

mariarosa dijo...

Que lindo poema es un canto de alabanza a la guitarra y escondido y sutil homenaje a la patria lejana.

mariarosa