Para un esteta de José Hierro.
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua que corre transparente
no has de beber mis aguas rojas.
Tú que sigues el
vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte —agua y fuego— hermanadas
van socavando nuestra roca.
Perfección de la
vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!
Tú que bebes el
vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura
con tus dos manos como copa.
Lo has olvidado
todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces («Mi obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
No has venido a la
tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.
Nada te pertenece.
Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar,
«que es el morir», dicen las coplas.
No has venido a
poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
Y que el cantar
que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.
José Hierro del Real nació en Madrid el 3 de abril de 1922,
aunque gran parte de su vida transcurrió en Cantabria. Nombrado “Hijo Adoptivo de Cantabria” en
1982, fue galardonado en 1998 con el Premio de Literatura Miguel de Cervantes. Fallece
el 21 de diciembre de 2002 a los 80 años de edad en Madrid.
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