segundo piso, ascensor.
No hay porteros ni vecinos.
Adentro, cocktail y amor.
Pisito que puso Maple:
piano, estera y velador,
un telefón que contesta,
una victrola que llora
viejos tangos de mi flor
y un gato de porcelana
pa' que no maulle al amor.
Y todo a media luz,
que es un brujo el amor,
a media luz los besos,
a media luz los dos.
Y todo a media luz
crepúsculo interior.
¡Qué suave terciopelo
la media luz de amor!
Juncal doce veinticuatro
Telefoneá sin temor.
De tarde, té con masitas;
de noche, tango y cantar.
Los domingos, tés danzantes;
los lunes, desolación,
Hay de todo en la casita:
almohadones y divanes;
come en botica, cocó;
alfombras que no hacen ruido
y mesa puesta al amor.
alfombras que no hacen ruido
y mesa puesta al amor.
Cuando Carlos Lenzi, en Uruguay, puso la letra de "A
media luz" sabía de la importancia de la calle Corrientes; el 348 fue puro azar de los números y que
buscó este número que es muy jugado por los quinieleros. Y puede ser...
Cuando Edgardo Donato regresó a la Argentina cuentas que
partió rumbo a Corrientes 348 y se encontró con un taller de reparación de calzados y exclamó:
¿"Y mi nidito de amor?".
Pero lo cierto que es uno de los tangos más populares que
compartimos con los uruguayos, que nos une.
Corrientes 3, 4, 8,
segundo piso, ascensor.
El tango "A media luz" un clásico de exportación
pertenece a los uruguayos Carlos Lenzi y
Edgardo Donato, cita un famoso departamento, seguramente un "bulín",
en Corrientes 3-4-8. Tal número no existía, hasta que en 1978 se colocó una
placa alusiva con esa dirección de un garage con un cartel para la foto del turismo.
El Reginense Carlos Basabe en el sitio A SOLAS CON EL TANGO
manifiesta sobre el tema: “Aún se discute si este tango nació en el transcurso
de un viaje en tranvía hacia Pocitos, o en el medio de una fiesta ofrecida por
la familia Wilson Ferreira, Ambas noticias coinciden en una cosa, que son de
origen Montevideano. O sea bastante lejos de la dirección que apuntan en la
letra de “Corrientes 348”, ya que se cuenta que los autores se desengañaron al
visitar el citado lugar como un vulgar salón de lustrado de zapatos, metido en
un hueco descascarado y descuidado. Yo lo aprendí así, ¡y así lo cuento!.
Parece ser que la familia Wilson Ferreira festejaba un acontecimiento en su
mansión de Montevideo cuando se dieron cuenta de que no habían llamado a nadie
para que amenizara. La amistad de uno de ellos con Edgardo Donato o Cesar Lenzi
que son los autores, concluye en un pedido de auxilio de último momento. Hacia
allí llegaron los músicos que mientras ejecutaban temas que la concurrencia
bailaba, uno de ellos toca sin querer un pulsador de la luz dejando en
penumbras todo el salón. Solo entraba desde el exterior una tenue luz que
llegaba desde la calle a través de los cortinados. En un díalogo rápido uno de
los músicos dijo, ¡Ahora bailaremos “A media Luz”. Los músicos que estaban permanentemente en
busca de títulos musicales recibió de respuesta: ¡Que hermoso nombre para un
tango!. A partir de ese momento comenzaría el nacimiento de este tango pegajoso
y conocido en gran parte del mundo.”
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