lunes, 31 de marzo de 2014

COMO SU NOMBRE LO INDICA… por Mariano Giammona.

VA OTRO RELATO AMENO, DIVERTIDO DEL ESCRITOR PATAGÓNICO DON MARIANO GIAMMONA PARA USTEDES. 
¡QUE LO DISFRUTEN!

COMO SU NOMBRE LO INDICA…

Hoy los “pibes” tienen cerca de los cuarenta, en aquellas épocas apenas si tenían nueve o diez años.
Se volvían locos para ir al campo, allí retozaban y  hacían las mil y una travesuras,  hasta hacía poco tiempo. Para ese entonces ya estaban más grandecitos, pero igual cuando les pedí que me acompañaran a General Acha a vender hacienda, les brillaron los ojitos y de mil amores aceptaron, pero enseguida pidieron llevar al aire comprimido.
Claro…seguían siendo pibes…
“Ni lo piensen chicos, vamos a un remate de hacienda, y en el campo pasamos solo  a cargar los  terneros, sacamos guía en el  pueblo y  enseguida salimos para esperar el camión en la feria donde se hace el remate”.
Esa fue la primera cara larga antes de partir. Después vino el sufrimiento porque en  los corrales no iban a poder corretear los animales para embretarlos para no ensuciarse.
Pusieron cara de fastidio!!
El fastidio se transformó en “caras largas”, que les duró casi toda la jornada mientras soportaban mis  charlas con compradores, vendedores y fleteros.
Solo tuvieron un momento de felicidad cuando degustaron el exquisito asado ofrecido por los dueños en el galpón de esquila de la antigua estancia que alojaba a la feriera.
Después,  el aburrimiento fue total y el cansancio producido por caminar  casi tres horas detrás del “carro” del rematador,   hizo estragos en sus cuerpitos.
Me había agarrado una verdadera sensación de culpa… Pobres chicos, pensé….no hay derecho que les haya hecho pasar este día… Con algo los tengo que recompensar….!!!.
“Chicos, resolví,  nos quedamos a dormir en un hotel y además vamos a ir a un restaurante y ustedes van a poder elegir del menú el plato que les gustaría comer y la bebida también”.
Y el postre??? Preguntó Adrian???. Por supuesto, por supuesto…
Dejamos las valijas en un Hotel sobre la Ruta 152, y convenientemente bañados y cambiados desandamos la carretera unas pocas cuadras y doblando a la izquierda y atravesando el Parque, entramos a un restaurante.
El lugar era un comedor modesto que recibía a muchos colectivos con parada programada para almorzar o cenar, y que tenía un lugarcito un poco más paquete al que el dueño intentaba dar más categoría.
Allí nos recibió el  mozo, joven espigado, de bigote finito y  cara de intelectual. El patrón le había hecho poner unos pantalones negros, zapatos puntudos, camisa muy blanca, y chaleco con  moñito, todo al tono resaltando el  negro.
Los chicos embelesados!!!…
Se paró delante de nosotros, muy tieso el hombre, con  una servilleta  colgando de su brazo izquierdo, y la bandeja equilibrada en su mano derecha.
Nos entregó –primero a mi, después a Adrian y por último al Pato,  un menú con tapas de cuero,  diciéndonos a  los tres… ¿“quieren ordenar la bebida los señores???”. Los chicos se sentían importantes…, claro en esas épocas lo normal era que el jefe del grupo, en este caso el papá o el tío, ordenaran todo. Hoy no solo les decían “señores”, sino que los que mandaban eran ellos…
Cuando se acercó con el vino,  no traía la botella tomada del pico, -como lo hacían los mozos del otro sector, que por lo demás estaban vestidos de bombacha y alpargatas-,  sino que la portaba elegantemente sobre su brazo, haciendo tocar su fondo en la curva del  antebrazo.
Los chicos enloquecidos,
Para destaparla, pidió permiso delicadamente diciendo “¿puedo usarles el cuchillo para sacarle el capuchón?”, mientras lo tomaba decididamente sin esperar respuesta.
Con otro pedido de  “permiso”, deja el cuchillo en su lugar y tomando delicadamente al corcho por su lado entre los dedos índice y pulgar, lo  depositó paradito en la punta de la  mesa.
Los chicos, lo miraron con cara de estupefacción, porque notaron que algo no funcionaba como ellos pensaban, otros mozos se llevaban el corcho, no lo dejaban en la mesa. Por lo demás, sabían bien que los cubiertos eran exclusivamente para nuestro uso y que el mozo debía tener sus propios instrumentos para descorchar la botella..
Yo por mi parte pensé “creo que al patrón le quedó por enseñarle la última lección !!”… Vamos a ver como sigue esto… parece que se juntaron el hambre y las ganas de comer –los chicos que nunca ordenaron una comida, y el mozo que no tomó la última lección…- en fin… veremos”
Abrieron el menú como si supieran…,  pasaron de largo los platos comunes como “fiambre de la casa”, “sopa” y “milanesa con puré” y se fueron más adelante donde estaban los mas sofisticados, o por lo menos los de palabras difíciles y más caros.
El mozo, firme como estaca,  los miraba fijamente con su libreta y lapicera en mano esperando el pedido. El Pato, con una sobriedad y seriedad absoluta mirando el menú  y levantando la vista lo mira y  pregunta
¿Cómo es la Suprema  a la Maryland?
Parece que el pibe lo descolocó..., vos crees que el tipo se amilanó, vos crees que se puso colorado…, con una seriedad magistral,  y guardando su compostura lo mira fijo y le contesta:
Señor…, suprema a la Maryland es…, como su nombre lo indica…,una suprema…, a la Maryland!!!!!!


Este relato de Mariano Giammona fue publicado en "El Globo de Villa Regina" el día 25 de marzo de 2014.

Correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor:
mgiammona2002@hotmail.com       

1 comentario:

mariarosa dijo...

Pobre mozo no sólo era nuevo en el oficio, sino que era corto en conocimientos culinarios. Muy buena historia.

mariarosa