VA OTRO RELATO AMENO, DIVERTIDO DEL ESCRITOR PATAGÓNICO DON MARIANO GIAMMONA PARA USTEDES.
¡QUE LO DISFRUTEN!
COMO SU NOMBRE LO INDICA…
¡QUE LO DISFRUTEN!
COMO SU NOMBRE LO INDICA…
Hoy los “pibes”
tienen cerca de los cuarenta, en aquellas épocas apenas si tenían nueve o diez
años.
Se volvían locos
para ir al campo, allí retozaban y
hacían las mil y una travesuras, hasta hacía poco tiempo. Para ese entonces ya
estaban más grandecitos, pero igual cuando les pedí que me acompañaran a
General Acha a vender hacienda, les brillaron los ojitos y de mil amores
aceptaron, pero enseguida pidieron llevar al aire comprimido.
Claro…seguían
siendo pibes…
“Ni lo piensen chicos,
vamos a un remate de hacienda, y en el campo pasamos solo a cargar los terneros, sacamos guía en el pueblo y enseguida salimos para esperar el camión en la
feria donde se hace el remate”.
Esa fue la primera
cara larga antes de partir. Después vino el sufrimiento porque en los corrales no iban a poder corretear los
animales para embretarlos para no ensuciarse.
Pusieron cara de
fastidio!!
El fastidio se
transformó en “caras largas”, que les duró casi toda la jornada mientras
soportaban mis charlas con compradores,
vendedores y fleteros.
Solo tuvieron un
momento de felicidad cuando degustaron el exquisito asado ofrecido por los
dueños en el galpón de esquila de la antigua estancia que alojaba a la feriera.
Después, el aburrimiento fue total y el cansancio producido
por caminar casi tres horas detrás del
“carro” del rematador, hizo estragos en
sus cuerpitos.
Me había agarrado
una verdadera sensación de culpa… Pobres chicos, pensé….no hay derecho que les
haya hecho pasar este día… Con algo los tengo que recompensar….!!!.
“Chicos, resolví, nos quedamos a dormir en un hotel y además
vamos a ir a un restaurante y ustedes van a poder elegir del menú el plato que
les gustaría comer y la bebida también”.
Y el postre???
Preguntó Adrian???. Por supuesto, por supuesto…
Dejamos las valijas
en un Hotel sobre la Ruta 152, y convenientemente bañados y cambiados
desandamos la carretera unas pocas cuadras y doblando a la izquierda y
atravesando el Parque, entramos a un restaurante.
El lugar era un
comedor modesto que recibía a muchos colectivos con parada programada para
almorzar o cenar, y que tenía un lugarcito un poco más paquete al que el dueño
intentaba dar más categoría.
Allí nos recibió el
mozo, joven espigado, de bigote finito y
cara de intelectual. El patrón le había
hecho poner unos pantalones negros, zapatos puntudos, camisa muy blanca, y chaleco
con moñito, todo al tono resaltando
el negro.
Los chicos
embelesados!!!…
Se paró delante de
nosotros, muy tieso el hombre, con una
servilleta colgando de su brazo izquierdo, y la bandeja equilibrada en
su mano derecha.
Nos entregó
–primero a mi, después a Adrian y por último al Pato, un menú con tapas de cuero, diciéndonos a los tres… ¿“quieren ordenar la bebida los
señores???”. Los chicos se sentían importantes…, claro en esas épocas lo normal
era que el jefe del grupo, en este caso el papá o el tío, ordenaran todo. Hoy
no solo les decían “señores”, sino que los que mandaban eran ellos…
Cuando se acercó
con el vino, no traía la botella tomada
del pico, -como lo hacían los mozos del otro sector, que por lo demás estaban
vestidos de bombacha y alpargatas-, sino
que la portaba elegantemente sobre su brazo, haciendo tocar su fondo en la
curva del antebrazo.
Los chicos
enloquecidos,
Para destaparla,
pidió permiso delicadamente diciendo “¿puedo usarles el cuchillo para sacarle
el capuchón?”, mientras lo tomaba decididamente sin esperar respuesta.
Con otro pedido de “permiso”, deja el cuchillo en su lugar y
tomando delicadamente al corcho por su lado entre los dedos índice y pulgar, lo
depositó paradito en la punta de la mesa.
Los chicos, lo
miraron con cara de estupefacción, porque notaron que algo no funcionaba como
ellos pensaban, otros mozos se llevaban el corcho, no lo dejaban en la mesa. Por
lo demás, sabían bien que los cubiertos eran exclusivamente para nuestro uso y
que el mozo debía tener sus propios instrumentos para descorchar la botella..
Yo por mi parte pensé
“creo que al patrón le quedó por enseñarle la última lección !!”… Vamos a ver
como sigue esto… parece que se juntaron el hambre y las ganas de comer –los
chicos que nunca ordenaron una comida, y el mozo que no tomó la última lección…-
en fin… veremos”
Abrieron el menú
como si supieran…, pasaron de largo los
platos comunes como “fiambre de la casa”, “sopa” y “milanesa con puré” y se
fueron más adelante donde estaban los mas sofisticados, o por lo menos los de
palabras difíciles y más caros.
El mozo, firme como
estaca, los miraba fijamente con su
libreta y lapicera en mano esperando el pedido. El Pato, con una sobriedad y
seriedad absoluta mirando el menú y
levantando la vista lo mira y pregunta
¿Cómo es la
Suprema a la Maryland?
Parece que el pibe
lo descolocó..., vos crees que el tipo se amilanó, vos crees que se puso
colorado…, con una seriedad magistral, y
guardando su compostura lo mira fijo y le contesta:
Señor…, suprema a la Maryland es…, como su nombre lo indica…,una suprema…, a la Maryland!!!!!!
Este relato de Mariano Giammona fue publicado en "El Globo de Villa Regina" el día 25 de marzo de 2014.
Correo electrónico para quienes desean contactarse con el autor:
mgiammona2002@hotmail.com
1 comentario:
Pobre mozo no sólo era nuevo en el oficio, sino que era corto en conocimientos culinarios. Muy buena historia.
mariarosa
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