viernes, 21 de marzo de 2014

Escritores Patagónicos: VER PARA CREER DE MARIANO GIAMMONA.

VER PARA CREER.
Hace algunos años atrás, mi oculista detecta en sus exámenes de rutina una incipiente catarata en uno de mis ojos miopes.
Con el correr del tiempo lo incipiente se transformó en algo más definido y el otro ojo comenzó a recorrer el mismo camino.
Mire Mariano, me dijo, hasta que esto no le moleste mucho, yo le recomiendo no operar, con el tiempo si el problema aumenta de tal forma que afecte su calidad de vida, pensaremos en una operación, antes no.
Una o dos veces por año concurría a su consultorio por rutina simplemente. Allí, amenizando,  aprovechábamos para cruzar dos palabras sobre la pasión que tenemos en común, la pesca en el mar, a la que él le pone, decididamente,  más dedicación y empeño que yo.
Así las cosas hasta que dos viajes en los que se hizo de noche en la ruta, me hicieron comprender que no solamente corría peligro mi vida, sino la de mis acompañantes si continuaba manejando viendo por detrás de lo que yo llamaría un parabrisas sucio y además mojado, porque la iluminación de los automóviles que circulaban en sentido contrario se deshacían en muchos haces de luz antes de llegar a mi retina.  Pero no, el parabrisas estaba seco y además limpio y sin embargo no podía delinear esa ruta sin marcar, y prácticamente circulaba a ciegas frente a  los vehículos, cuyos faroles emitían lo que a mi vista era un destello muy brillante que por lo demás formaba una aureola alrededor de las luces que me  dificultaba enormemente la visión.

No es un problema que se soluciona con más o menos aumento en sus lentes, sus dioptrías son las mismas, el tema es que las cataratas han avanzado y son ellas las que le dan esa visión borrosa y poco nítida de la que usted se queja.

Mi confianza en su probidad profesional era absoluta. No dudé un instante y le pedí que me operara después de pasado el verano.

Hace una semana, en un día viernes, estaba yo en la sala contigua a la de cirugía con la bata puesta, una cofia y unos zapatones de tela, listo para que Marcelo me llamara. Yo no me veía, pero si lo vi a él, también enfundado en similar atuendo, con más unos guantes y un  barbijo.

Teníamos bastante confianza y los dos dejamos de lado todo protocolo.
Adelante Mariano, dijo.
Buenas tardes Marcelo,  contesté yo.
Intentando sofocar mi tensión le dije… Ud. disfrazado Doctor,  y eso que ya pasó Carnaval…
Se ve que el notó mi nivel alto de adrenalina, -aunque seguramente debe ser una constante de toda persona que sabe que le van a “meter un dedo en el ojo”-, seguramente intentando potenciar mi endorfina dijo a la asistente que me llevaba a la camilla:     ALTO, ALTO… y desenfundando su celular me enfocó con su cámara diciéndome “usted sí que está bonito… ahí va la foto para el recuerdo”. Todo fue risa, y no solamente me reí yo sino que también lo hizo la asistente y el propio médico. Lo había logrado, el ambiente estaba totalmente distendido.


Todo fue de maravillas, no sabía lo que él  estaba haciendo, porque sentir no sentía nada, ver no veía nada, solo un gran resplandor de las luces del quirófano, Solamente escuchaba sus sobrias y apenas audibles  palabras,… “perfecto”… “vamos excelente”… “nos falta poco” y por último… “bueno, terminamos”  … “todo ok”, todo esto en pocos minutos.

El ojo, lo vamos  a destapar mañana a las 9 cuando venga a control… haga vida normal, menos esfuerzos grandes, haga su vida, dijo despidiéndome afectuosamente.

Miré el reloj con el ojo no operado y vi que se habían hecho las cinco de la tarde.

Mientras Pupy daba marcha al auto, sonó mi celular… era un turista que se quería alojar en el Balneario El Cóndor, donde tenemos un complejo de apartamentos, y sin dudar le dije a mi señora… “Vamos,  no perdamos este alquiler”… “Sos loco me dijo, si estás recién operado…” , “ Dale, si manejas vos y el ojo está tapado”...

Eran las 21 horas cuando volviendo pasamos por delante de la clínica.
“Pará”, dije,  quiero verlo a Marcelo porque tengo una molestia… Claro, pensé… yo fui la ida y la vuelta mirando con un solo ojo, y seguramente en forma inconciente hice fuerza para abrir el “tapado” y quizá despegué alguna tela adhesiva, me dije.

No solamente no se despegó ninguna tela, sino que además esta todo perfecto, a tal punto que como ya  pasaron cuatro horas, y esto está tan bien, el ojo lo vamos a dejar destapado. Duerma tranquilo y mañana después de ponerse las gotas que le indiqué, vengase a eso de las 9 y lo volvemos a controlar. Que duerma bien. Nos estamos viendo, dijo.

“Si no perdemos la vista”, pensé en decirle apelando al humor negro del que suelo hacer gala, pero no,  me contuve, Marcelo es un profesional muy serio y no puedo hacerle gracia este tipo de chistes, pensé.

Me acosté temprano esa noche, no más de las diez. Dormí como un angelito… de un solo tirón hasta las seis de la mañana… No lo podía creer, La penumbra de esa hora hacía que se dibujaran en la habitación algunos muebles, el televisor, la cómoda y el gran espejo colgado sobre ella.... Vamos bien me dije tapándome el ojo operado y divisando nítidamente la clásica luz roja del control remoto. Repetí la operación, esta vez dejando libre el operado y ALERTA!!!!, NO VEÍA NADA, lo hice otra vez y NADA. No pude dormir más, y me quedé quietito en la cama hasta las 8. Te confieso que tenía miedo.
Desayuné y ya algo veía. Me afeité mientras controlaba,  cerrando alternativamente un ojo y el otro. La cosa iba bien.
Se me hicieron las nueve y cuarto, y me dije:… que Pupy siga durmiendo,… si yo veo y puedo manejar, que joder…!
Cada dos cuadras paraba. Miraba un árbol con un ojo y después con el otro, los colores eran distintos!!!. La nitidez del ojo operado subía. Ya en la sala de espera tomé una revista y repetía la operación, la nitidez seguía subiendo… podía leer con los dos ojos, claro no era al cien por cien, pero el médico me lo había anticipado, a medida que pasen los días su ojo se va a estabilizar, decía.

Jesús amonestó a Tomas que necesitó ver para creer. La explicación que me hubiera dado mi médico seguramente hubiera calmado mis miedos cuando abrí los ojos en la madrugada, pero con el paso de las horas el ver por mis propios ojos calmó mis ansiedades y me hizo acordar del Apóstol Tomas, que aún teniendo fe necesitó ver para creer.

Publicado en “El Globo de Villa Regina”, 17/03/2014, página 3.


El Correo electrónico del Sr. Mariano Giammona para quienes desean contactarse es: mgiammona2002@hotmail.com

1 comentario:

mariarosa dijo...

Un buen relato, pero siempre no la gente encuentra tan buenos médicos, en su momento mi madre no tuvo la misma suerte.

Muy buen fin de semana.

mariarosa