lunes, 16 de junio de 2014

Bocha - Horacio Ferrer.


Vamos, Bocha viejo, tan querido,
te lo había prometido
y aquí estoy, ¿cómo te va?

Sé que de silencio estás vestido,
pero el alma de un amigo
se oye clara por igual.

Qué de cosas nuevas que sabrás,
los misterios que has entrado a ver:
debe ser hermoso, en serio,
sospechar la eternidad,
sin cuerpo y sin edad.

Bocha, vos que tanto me decías
que al morir todo termina,
de otro modo pensarás.

¿Viste?, hay que tener filosofía,
si el dolor de cada día
nos insiste en que no estás.

Mis ojos se preguntan
por qué no te ven más,
y siento que se inundan;
yo no, ¿por qué llorar?

Yo no, porque me digo,
no sé si bien o mal,
que mientras yo esté vivo,
conmigo vivirás.

Y ¡qué le vas a hacer!
Es duro pero es cierto:
yo también un poco he muerto,
vamos, Bocha, no aflojés.

Siempre, en el café pido dos copas,
y al beber la tuya, Bocha,
por mi boca conversás.

Y, otra vez, me hablás de fantasías,
de las pibas, de la guita
que ya no necesitás.

Porque ahora sos un sabio y yo
por tu ser palpito a Dios, y ayer
alguien dijo que estoy loco,
que hablo solo, y lo miré
¡sabés con qué piedad!

Sé que hay que dejarse de macanas,
que vivir de la nostalgia
no es posible, ¿para qué?

Vamos, Bocha viejo, que en la vida
nunca hay última partida
cuando el lazo aprieta bien.

Mis ojos se preguntan
por qué no te ven más,
y siento que se inundan;
yo no, ¿por qué llorar?

Yo no, porque me digo,
no sé si bien o mal,
que mientras yo esté vivo,
conmigo vivirás.

Y ¡qué le vas a hacer!,
es duro, pero es cierto:
yo también un poco he muerto,
vamos, Bocha, no aflojés.

Vení, varón:
Quiero la dulce tempestad
de niño triste que tenés.
Quiero tu sed, tu rebelión,
tu plenitud de par en par.

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