sábado, 2 de julio de 2016

Comparaciones de Leonardo Castellani.

Yo soy como un inválido que a sí mismo se cuida,
no por amor explícito de Dios o de la vida
ni por sentirse a gusto ni tampoco tranquilo
al ligarse una venda o hacer un té de tilo;
sino por una especie de terca persistencia
afincada en los mismos huesos, médula y panza
que tiene más carácter de instinto que de ciencia
y está más dentro y honda que la misma esperanza,
inaccesible a la conciencia.
Yo soy como un enfermo que no tiene enfermera
ni nadie que desee se sane y no se muera,
que se impone la utópica tarea de curarse
como un quehacer cualquiera por no desesperarse;
y en su ser desdoblándose, bifurcado binomio,
hecho a la vez la víctima y el buen samaritano
ofrece a Dios en doble gesto de nosocomio
el dolor de su cuerpo y el celo de su mano,
muy probable los dos en vano.
Soy como un elefante que ha caído en la trampa
y entre los crudos troncos quiebra su blanca guampa
o como el triste preso que en su evasión se emperra
con una frágil cuerda de reloj como sierra.
De intentonas frustradas ya ha perdido la cuenta
sabe lo que hará siempre, no lo que va a pasar
y maniáticamente mil y mil veces tienta
y a cada desengaño su corazón revienta
con el ruido y la fuerza de un bandazo de mar
mandado por lejana tormenta.
Soy como un ave albatros que no tiene un bauprés
ni encuentra tierra alguna donde posar los pies
entre el cielo cerrado y el mar abajo hirviente
que no la dejan mucho que anide ni que asiente
volando en línea recta sin dejarse caer
de mientras por lo menos no se quiebren sus alas
vencedor imposible no se deja vencer
y prosigue su viaje sin término ni escala
hacia un mañana sin ayer.

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