EL DESESPERADO
de Alberto Girri.
Déjenlo gritar
con su penetrante olor
de pródigo rondando como un buitre
por los pecados de omisión.
Dejémoslo,
que la conformidad oculta
es artículo de su vigilia
fija en el amor.
Que la paz, peste de paz,
estímulo de comercios
para que agonicemos en la cama
y de su duración nadie se arrepienta,
es su intolerable fusta.
Que nuestro vagido,
vicioso presente anquilosando
el resplandor de lo que somos,
le impide reconocernos
a imagen y semejanza.
Que el fondo de su deuda
es nupcias con la mugre
donde el vino fino, la gota de agua,
la rosa henchida de aceite,
una herencia bajan a llorar.
Que la caridad que obedecemos,
perjura respuesta
a su única, devoradora soledad,
desconfía de las obras.
Déjenlo gritar, dejémoslo nosotros,
devotos pobremente sensibles
de la Segunda Persona
que por él se abrasa.
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