Epístola a Hieronymus Bosch.
de Alberto Girri.
Qué bien supiste
cuanto nosotros, hijos de ira,
no comprendimos,
el principio del mal
deformador de nuestra materia,
mas inmaterial que examinaste
como quien apila cuerpos
y con frías incisiones
extrae de sus cabezas la locura,
y de sus organismos
la confusión de sus tres reinos,
árboles con rostros,
piedras que también son plantas,
metales animados, venenosos,
el insecto cabalgando el pájaro,
y el pájaro afilando su cuchillo;
pues de eso hablaste y gritaste,
y bajo formas de visión
establecías que juntos propiamente
componemos un solo cuerpo,
privados del gran beneficio,
sustraídos al amor de la semilla
que cayó en el suelo y murió
para no perderse, perdemos.
Más siempre el hombre,
yo, cualquiera, tu mismo,
el hombre y su desnudez
correteando atontado
por jardines de delicias
y planicies infernales
y detrás y arriba
del carro de heno del mundo
en el que cada cual arrebata lo que puede
su desnudez, no el sexo,
añorando la total desnudez,
la primitiva amistad hermafrodita,
el completo ser adán-eva.
Vagabundo de lo extraño,
mano que aspiró a ser conciencia,
que la oración de tu oficio
haya subido derecha,
como un perfume.
No hay comentarios:
Publicar un comentario