QUE NOCHE DE SUSTOS!!!!
Era el último día
del invierno del año 2010. Todavía las
temperaturas eran muy bajas.
Haciendo una sobremesa con Eric estábamos en
la cocina de la casa, frente al viejo galpón
del lote uno, -un verdadero desplayado de piedras, donde
todavía remoloneaban algunas vacas buscando los terneros que habían partido
para su venta en la feria de General Acha-.
Razonábamos que en
pocos días mas la temperatura iba a ir subiendo, y eso hizo que se acordara
de pedirme alguna riestra de ajos para colgarla en la entrada del rancho
y así ahuyentar a las víboras que con el
calor empezarían a merodear en el patio.
Me vino a la
memoria aquella tarde calurosa de hacía varios años cuando con el vasco
Zubeldía, ya habiendo dormido la siesta, cerramos la puerta de la habitación,
dispuestos a tomarnos unos mates. Después de los primeros amargos, llegó desde
los tamariscos el hermano de mi amigo pidiéndome la jeringa para vacunar.
En la pieza…, arriba del ropero…, le dije como al pasar….
Al instante lanzó una exclamación, a la par que suavemente
cerraba la puerta que acababa de abrir…
a la pucha ché!!! Hay una yarará
en la punta de tu cama!!, -me dijo-, mientras
corría a buscar un palo con qué matarla.
Tuvimos suerte,
porque por lo visto parece que dormimos juntos la siesta, le dije a Eric, así que cuidate, porque afuera en su época
andan muchas y se arriman a la casa.
Se hicieron como
las once y nos fuimos a dormir. Yo, no encontrando ninguna botella vacía de
esas de plástico, llené con agua una especie de hielera redonda de grueso acero inoxidable que
usábamos en la mesa para preparar vino “estirado”, y la acomodé al costado de
la cama, junto al reloj y los zapatos.
Como a las dos de
la mañana, me dio mucha sed la panceta salada de jabalí que habíamos comido, y alargando el brazo en busca del agua, me vino a la mente la historia de la víbora.
No sé si fue sugestión producto de la
charla, pero recogí la mano, porque intuía que había una serpiente bebiendo
agua en mi jarro.
Me bajé por la
punta de la cama y fui cauteloso hasta
la perilla de la luz.
No pasa nada –me
dije-, es solo un pensamiento tonto razoné!.
Encendí la luz, y allí,
a no más de metro y medio, estaba ella… mirándome fijo con sus ojos que
parecían dos luces dicroicas. Su panza apoyada en el borde del jarro, su cabeza
erguida.
Corrí a oscuras
hacia el resplandor de la estufa en busca de un leño.
Rápido como un rayo
le tiré un brutal palazo, que con mala suerte erró a la serpiente y pegó
en la hielera haciendo un fuerte estruendo…
EL RUIDO ME DESPERTÓ…
Tembloroso me dí
vuelta con bronca y estiré el brazo hacia el lado vacío de mi cama de dos
plazas…
el corazón se me
paralizó cuando toqué aquella cosa dura
y rugosa…, pensando que era la cabeza
del reptil,…
Respiré tranquilo recién cuando me di cuenta que solo era el inofensivo
corcho de la damajuana que había puesto entre las sábanas para espantar a los
calambres…
Mariano Giammona: nacido en la Ciudad de La Plata, capital
de la provincia de Buenos Aires, Argentina es Contado Público, Lic. en Economía
y Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad de La Plata. Es un
rionegrino por adopción y sentimiento que se radicó en la Ciudad de Villa
Regina en el año 1973 que la hizo propia. Desde 1996 reside en Viedma (Capital
de la Provincia de Río Negro).
Ahora dedicado a escribir. Descendiente de familia de inmigrantes sicilianos escribió un libro
"La sirena del Vapor" que es la historia de los inmigrantes, del desarraigo y cultura con un aporte de
vivencias personales e incursionó en los cuentos cortos que me encantan y es un
gusto compartir en RINCÓN BARDA SUREÑA y agradecerle la gentileza de vuestros envíos para publicarlos.
El Correo electrónico
para quienes desean contactarse con el autor: mgiammona2002@hotmail.com
1 comentario:
Muy buena historia. El vino y el miedo juntos nos dan sobresaltos alguna veces.
mariarosa
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