Bustamante y Ballivián que, siendo inseparables en la amistad,
también tienen que serlo en las dedicatorias.
Muerdes las hojas tiernas de los minutos que no retoñan
Hormiga roja del día lento.
Pero mi alegría queda intacta y la veré multiplicada
En los caireles fulgurantes del sueño.
No sé si mañana caerá deshecha
Contra el eje del nuevo sol de oro.
Ahora la llevo como un clavel del aire
Abierto en el corazón bermejo del Otoño.
Ahora es mía y la levanto en alto,
Antorcha clara en mi ciudad de veinticuatro cúpulas.
Pasaré con ella como una flecha
Bajo los arcos de la tarde y la ramazón leve de la luna.
¡Alegría de un día que yo he de salvar
Del maleficio de las horas brujas!
Del maleficio de las horas brujas!
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