AMORÍO CIUDADANO.
Saloncito reservado
de lechería de barrio.
Este pobre muchacho
pálido
me cree una novia ingenua
que va a brindarle sus encantos
-un anticipo del estío
para la primavera de sus años-
y unta de miel sus palabras,
viste de seda sus manos,
me quema la boca impura
con el lacre de sus labios
(máscara de castidad:
mis labios no están pintados)
y perfumándome de promesas
-con salacidad de fauno-
ante mi leve abandono
y mi fingido recato
comienza a desabrocharme
la bata con torpes manos.
Acariciándome el pecho
refulgen sus ojos claros
y me prodiga adjetivos
dulzones de enamorado.
Fiesta de los sentidos
impúdicos y castos:
mutuamente
nos hemos engañado.
nos hemos engañado.
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