miércoles, 1 de febrero de 2017

ÑANDUBAY de ROMILDO RISSO.

ÑANDUBAY.

Representa crecer con sacrificio:
despacio, muy despacio;
como si el cielo le pesara encima
y tuviese que dirlo rempujando.

Por eso es que las ramas se le tuercen
y no se van muy alto.
Del hacer tanta juerza, desde chico,
se cría duro, seco y desformado.

Mirándolo de golpe es medio feo
naides lo ha de estimar por la presencia,
parece que su cuerpo es todo ráices
y que al revés se acomodó en la tierra.

Pero, que linda fibra! Puro nervio!
Poder y resistencia!
Ha de ser mucho el árbol
cuando las uñas al jaguar le mella!

No precisa cuidáos. Por ser sufrido
lo que padezca no le importa a naides,
y ansí lo miran como a cosa bruta
que ni el provecho que le sacan, vale!

Lo alambraos lo llevan
en guerrillas de postes
que aguantan años, en las líneas, firmes,
peleando al tiempo en interés del hombre!

Le tengo simpatía,
porque es todito corazón. ¡Por eso!
Porque es hecho a rigor y es sano, de alma!
Y hasta viviendo mal tratao, es güeno!

L’hacha, el fuego, el progreso,
lo van exterminando…
La última seña que dará de vida
será, un humito que se va de un rancho…

Quizás que al mesmo tiempo
piense, junto al fogón, algún paisano:
“La última astilla’e Ñandubay”,
y sea también l’último gaucho!...

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